Todo herido,
molesto y cansado, rodeado por los brazos de la oscura noche, fría y muerta, me
encerré en mi mismo queriendo olvidar todo, todo eso que me hacia padecer, todo
eso que me hacia enfermar, todo eso que me mataba lentamente.
Dentro de mi
mismo tome la ira como mi espada y puse mi mirada certera, molesta y llena de
desesperación en aquello que formaba parte de mi esencia, aquello que me hacia
humano, fijamente mire a todos los presentes, quienes parecían amables. Y sin
nada que decir me lance a herirlos a muerte, a todos, emociones y sentimientos,
cada memoria, cada aspecto.
Dentro de mi
mismo, guiado por el odio y el resentimiento, luche durante horas incontables
contra todos y cada unos, atravesándolos con mi espada de ira, pero aun
atravesados, aun cortados, aun golpeados, heridos, se levantaban, y seguían con
esa sonrisa en sus rostros, como si no importara el por que de mis acciones.
Hasta que
llego el momento en que ya no pude más, y caí. Tirado allí, sentí el suelo frio,
igual que mi corazón, y aunque quería levantarme ya no podía, el dolor ya no me
importaba, ya no sentía nada, no veía nada, estaba dentro de una burbuja negra
de odio, un ambiente contaminado y siniestro.
Cuando de la
nada, con sus sonrisas, se me acercaron y rompiendo mi burbuja llegaron hasta
mí, en ese momento el frio se fue y empecé a sentir roces en mi cuerpo, podía
sentir sus dedos rosando mis labios, sus manos tocando mi pecho, mientras que
lentamente se iban combinando, todos, y cada uno, se unían dando origen a un
nuevo ser, el cual tenia la sonrisa mas sincera y maravillosa jamás vista por
mi ojos. Con una figura familiar, un aroma y una calidez…
Lentamente fue
poniendo su cuerpo suave, tierno y desnudo sobre el mío, abrazándose a mí, dejando
su rostro junto al mío, dejándome sentir su aliento en mi piel.
Balanceando su
brazo izquierdo, puso su mano sobre la mía y lentamente me fue quitándome la
espada y teniéndola en su mano la alejo de mí. Sin el odio, sin la ira, me
sentí débil, frágil y algo desprotegido, pero todo eso desapareció, cuando
sentí el aliento en mi piel, y sin nada que me perturbara, lentamente cerré mis
ojos y la calma volvió a mi alma.
Al despertar
la luz del sol acariciaba mi rostro, abrí mis ojos y mire a mí alrededor, ya no había
oscuridad, ya no había dolor, ni soledad, solo tú.